domingo, 28 de octubre de 2012

Mi primer no-cumpleaños


El domingo pasado, como ya contaba en mi última entrada, fuimos a casa de Andrea y Tere a hacer un bizcocho. Allí apareció Flora, su compañera de “piso” (“piso” por decir algo) de origen taiwanés. Ella nos contó que la semana que viene era su cumple y nos invitó a que fuéramos el sábado noche, o sease, ayer mismo, a cenar y demás. Todo perfecto, étnico y multicultural. Tere y Andrea nos dieron cita al resto (Isa Gata, Andrea, Raquel y yo) a eso de las 21:00 para que les diera tiempo a preparar la cena y la tarta. Nosotras, obedientes que somos, llevamos algo de postre, y algo de picar. Nuestras anfitrionas gallegas tras volver de una visita a una granja de cochinos y vacas prepararon una cena estupenda para todos.
 
Estas somos las invitadas occidentales a la cena del cumpleaños, pero otro día en el que nos pintamos los rostros.

Allí aparecimos nosotras pues, con nuestras respectivas miniaportaciones a la cena de cumpleaños. Una vez allí, mientras esperábamos a Flora aparecieron dos japoneses de cuyo nombre no puedo acordarme con bastantes dificultades lingüísticas para relacionarse con nosotras. Así empezó lo divertido. Nosotras preguntábamos: 
-Do you know where is Flora? 
Y nos respondían cosas incomprensibles como: -knfkhfofh Flola, mdklnflafof. fhiahfofhofh restaurant, hafhafroajhof 19 heures... 
Así con la incógnita de dónde estaría la cumpleañera estuvimos un rato, hasta que apareció en escena una TERCERA persona extranjera, una croata muy maja que se llamaba Mariana o Mariona o algo por el estilo, y que hablaba frrransés con un asento muy grrasioso e incluso algunas palabras en español aprendidas vía telenovela. 
Como las pizzas que hicieron Teresa y Andrea tenían muy buena pinta y nosotros mucho hambre, decidimos empezar sin Flora, esperando su pronta llegada. Hablando como podíamos, nuestra amiga crrrrrroata llegó a la conclusión de que cada uno tenía una distinta versión de donde estaba la famosa Flora cumpleañera (que si había ido a casa de noséquién, que si había ido a cenar a nosédónde), pero concluimos en que había ido a cenar a un restaurante, para nuestra superlativa perplejidad. 
Estas somos nosotras con la pobre japonesa que no hablaba y que daban ganas de adoptar
He de remarcar que ante la ausencia de sillas los que estábamos, o mejor dicho, las que estábamos presentes, compartíamos sillas como si estuviéramos jugando al famoso juego de las sillas, lo cual fue también causa de hilaridad para el sector foráneo-oriental. Tuvimos interesantes conversaciones con la chica crroata, pero el lado oriental de la mesa estaba meditativo y silencioso para con nosotras y entre ellos, a pesar de ser ambos japoneses. 
Cuando llegábamos por los postres y casi a puuuunto de traer la tarta que con tanto esmero hizo Tere para todas nosotras (y preguntándonos si teníamos que soplar las velas en honor de la cumpleañera ausente), hop! Apareció medio Oriente apabullándonos, es decir, Flora, un coreano, y otras dos japonesas (¿?) histéricas perdidas. Lo de la confusión y la quedada a cenar sin éxito les pareció algo graciosísimo, y en lugar de disculparse (o algo) se reían muchísimo, con lo cual, nosotras nos reíamos más todavía. 
Allí nos sentamos y colocamos las velas en el pastel, y nos propusimos cantar el cumpleaños feliz. Dudábamos tanto entre cantar Happy Birthday to you, o "Joyeaux anniversaire", que al final optamos por echarnos a cantar al tuntún una mezcla de las dos. Tal era el desconcierto reinante que una vez cantado, Tere que ya estaba confundida perdida empezó a cantar We wish you a Merry Christmas...Para mí fue sin duda lo más gracioso de la noche. Acto seguido, las japonesas (¿?) histéricas empezaron a reírse al unísono. Aquello no hacía más que empezar. Esas dos individuas tenían una risa sincronizada y aguda, estilo hiena o estilo "las Ashleys" de la Banda del Patio, y se reían de todo, incluídas nuestras gracias en castellano que obviamente no comprendían. 
Nosotras y la muralla china. 

Otro de los momentos graciosos fue que después de cantar el cumpleaños feliz a Flora, en vez de lanzarse rauda y veloz a soplar las velas como hacemos en Ejpaña, hizo dos cosas muy orientales. Sus amigas le dijeron: 

-Make a wish! 
Y ella reflexionó y meditó a la oriental su deseo, poniendo cara de concentración y todo. La segunda cosa oriental que hizo fue que antes de soplar las velas, chachán, le hizo una foto a la tarta y las velas. Hay que inmortalizar todo, claro. 
Por aquel entonces la situación ya se salía de toda normalidad y los ataques de risa nos daban cada poco, y, por si acaso, las Ashleys japonesas (son las dos que salen a mi derecha en la foto, a continuación de Andrea), nos coreaban a la par. Pero, y por si todo lo demás fuera jauja, el coreano amigo de Flora se fue a cocinar, y después de habernos comido la tarta de chocolate y galletas absorbentes de Tere, apareció con un plato de arroz, cerdo y verduras picantes. Todo muy guay a esas horas de la noche, y como hay que quedar bien con los que te invitan, por encima de la tarta nos vimos obligadas a probar sus manjares picantes y salados. 
El sector europeo (nosotras y la crroata)  nos debatíamos entre la risa y el llanto, y ya de guinda del pastel, en la tele que estaba encendida empezaron a emitir un programa tipo Humor amarillo que consistía en reírse un poquito de los chinos. Todo genial. 
Así, más o menos, fue una de las cosas más surrealistas que he vivido en los últimos tiempos, y también mi noche más graciosa en lo que llevo de Erasmus. Probablemente a mis lectores desde España no les interese mucho este cumpleaños sin "la del cumpleaños", pero yo me reí tanto que para que no se mee olvide ningún detalle en el futuro, me he visto obligada a poner por escrito todo lo acontecido en tan divertida y multicultural soirée.
Así que ya sabéis, niños... no es tan obvio que el que celebra el cumpleaños vaya a estar en la fiesta... 
Bon Toussaint y happy halloween a todos los que disfrutamos de vacances...y a los españoles, pues besos, claro ;).


miércoles, 24 de octubre de 2012

Internet, ese gran desconocido


Internet, necesario, importante y miles de cosas más. Al pensar en Francia, cualquiera piensa en un país desarrollado en el que las cosas básicas como el Internet o el agua caliente se pueden tener pronto. Y por suerte, agua caliente tenemos, pero nos está costando más instalar una línea de teléfono y un módem que si estuviéramos de Erasmus en Bostwana. De momento sobrevivimos a base de continuos cabreos con los de Bouygues (=la compañía torpe de teléfono e internet susodicha) y de un internet robado de la calle que de vez en cuando funciona.
Con el baile de internet-sí internet-no han ido pasando las semanas y ha ido creciendo el polvo en este blog que pretendía ser una crónica regular y semanal, o algo parecido. Lo que en un primer momento me sorprendía y pensaba “esto lo voy a contar en el blog, cuando escriba”, ahora es mi realidad cotidiana, y las anécdotas pequeñas se han sumado de tal manera que resulta imposible contarlas todas.

De repente ha pasado el tiempo y octubre ha volado, y casi se va a convertir en noviembre. Las hojas de los árboles del Boulevard du Roi René son todas amarillas y marrones y la mayor parte de ellas están en el suelo y las piso con la rueda de mi bici cada vez que paso para ir a clase. Incluso mi vélo ha tenido tiempo para estropearse en este mes raro que ha pasado como si todavía no hubiésemos deshecho las maletas. Comienza a hacer frío, aquí, y ya encendemos la calefacción y llevamos bufandas. La lluvia de Angers y el otoño se han metido ya por dentro de cada grieta de la madera de casa y hacen que la euforia veraniega con la que comenzó esta aventura se sosiegue un poco con ese goteo lento de la lluvia constante.
Incluso hemos hecho planes muy otoñales como tomar café y té con un bizcocho de chocolate recién hecho y frambuesas del huerto de Teresa y Andrea, las gallegas más majas del mundo.
La vida que llevamos todos se va estabilizando y nos acostumbramos a los horarios locos de los que disfrutamos por obligación, entre tanta gente van apareciendo amigos, y poco a poco vamos “deshaciendo maletas” y sintiéndonos un poco más como en casa. También hemos hecho pequeños viajes y hemos ido varias veces a hacer “la compra del mes”.
Sin embargo el tilo que se ve desdemi ventana aún tiene muchas hojas verdes, como si quisiera que no me desalentase ante lo rápido que corre el tiempo..."todavía queda otoño", parece decir. 


Y así, día a día, il faut s’habituer à certaines choses. A todo se acostumbra uno, y en un mes da tiempo a muchas cosas.
Me he acostumbrado, o mejor dicho, me he tenido que acostumbrar a cosas varias, como a cocinar con un mini-fuego eléctrico, o a vivir sin microondas, o sin tele, o sin sofá (*tenemos algún sillón decente, eso sí). 
En este fueguito mini hemos heco grandes manjares como una maravillosa lasagna, judías verdes con jamón o berenjenas rellenas. 

Una cosa que he aprendido es que las neveras hacen ruido, y cada noche comienza el concierto de mi nevera cuando me voy a la cama, que a veces se convierte en concierto para nevera y lavadora si Maxime enciende su machine à laver por la noche. Por supuesto me he tenido que acostumbrar a ese omnipresente ruidito que estoy segura que no voy a echar de menos cuando llegue a casa.

Mi querida nevera concertante y mi querido mini horno

Entre otras cosas de las que han pasado este mes, es que nuestro casero decidió que en nuestro pasillo-salón, lo mejor era poner una luz que se enciende automáticamente. Es decir, que cuando pasas debajo o cerca, se enciende sin necesidad de darle a ningún interruptor. "¡Gran idea!"- pensamos todos ."¡Craso error!"- decimos ahora. Nos hemos tenido que acostumbrar a eso, lo que quiere decir que cuando estás cenando, leyendo o desayunando se te puede apagar la luz y hemos adquirido el reflejo de comenzar a convulsionar como si tuvieras el baile de San Vito hasta que la luz dichosa quiera volver a encenderse. Yo no lo he visto desde fuera pero debe de resultar muy cómico ver a alguien en pijama mover brazos y piernas con la luz apagada.

Otra de mis nuevas cosas habituales es escuchar un silbidito o canturreo siempre presente de Maxime, que escucha 4 o 5 canciones a la semana así como 25 veces al día cada una. La semana pasada  tocaba Bleeding Love, una de Taylor Swift y otras dos o tres de adolescentes lamentándose, que no sé quién las canta pero ya me las sé de memoria.

Una cosa muy graciosa es cómo “nos” (a varios Erasmus nos sucede) hemos acostumbrado a comprar como auténticas marujas. Raquel y yo cogemos nuestro carro (tenemos carro de la compra y todo para esos menesteres) y nos vamos a un gran supermercado y compramos mirando SIEMPRE a cuánto sale el kilo, el litro, o la unidad si se trata de huevos. Tenemos un estudio comparativo de marcas blancas y vamos alternando Carrefour discount o Tous les jours, la del Casino. Planeamos nuevas excursiones a mundos  aún inexplorados como el Super U (con su correspondiente marca blanca Bien vu), del que nuestras corresponsales galegas nos han dado buenos partes y recomendado fervientemente ir allí. Así va nuestra vida maruja, aunque de momento duermo sin rulos (todo se andará).Y la última cosa a la que me he acostumbrado muy rápido y estupendamente es a vivir en el centro, y a moverme partout con mi querida vélo.
Éstas somos Raquel y yo en nuestras horas libres de marujismo

Esta entrada de “vuelta” al blog es un poco inespecífica, pero puedo prometer (creo) y prometo escribir sobre otras muchas cosas que me suceden aquí y mi entorno de cada día. 
Bisous a todos :)
                                                     

viernes, 21 de septiembre de 2012

Mi casa (o cómo los franceses adoran las siglas)


Desde hace mucho tiempo he pensado, ya mucho antes de venir a Francia, que los franceses adoran las siglas. Las utilizan constantemente y hay miles de acrósticos o acrónimos o como se llamen, con significados que todos tienen muy claros pero que a mí a veces se me escapan. SCNF, RER, RIB (=número de cuenta), IALH (=mi nueva facultad), CAF (= ayuda estupenda para el alquiler que nos salva la vida a los estudiantes pobres y de la cual yo aún no he visto un duro)…y, por poner otro ejemplo, SDF, o sea, Sans Domicile Fixe. Es de esta forma como los franceses llaman a los pobres de solemnidad, a los vagabundos vaya. Sin domicilio fijo, o sea, un eufemismo que te cagas para llamar a los pobres Sans toit.
 Y en ese grupo de Sin domicilio fijo (en el sentido más literal del término) me encontraba yo a día 30 de agosto, recién aterrizada (aterrizada es un decir, porque llegué en varios trenes), sin tejado pero con una residencia temporal y muy extraña que me sirvió de Domicilio provisional. Lo de la residencia y sus habitantas, porque era una residencia femenina, da para varias novelas y alguna película de terror, pero eso ya lo dejo para otro rato. Mi desesperación pasajera, por suerte, duró poco, y, hop, tout d’un coup, dejé de ser SDF para ser ADF (Avec Domicile Fixe. Como ahora vivo en Francia me considero en derecho de inventarme siglas, así que no sé si existe pero ahora ya soy “de los que” tienen casa). 
En realidad los trámites no fueron tan rápidos ni por asomo ya que para alquilar un piso en Francia hacen falta más papeles que para montar una tienda de armamento nuclear.
Y después de dossieres y dossieres y firmas de contratos y avales y demás historias, una rubia con una sonrisa de oreja a oreja, literalmente, me dio las llaves de mi actual maison.
Y voilà.  Mi casa es en realidad una suma de estudios con un pasillo-salón en un ancien batîment, que suena mucho mejor que decir que vivo en un edificio viejo, viejo, viejo… pero con mucho encanto, una cosa por la otra. Mi casa vieja vieja y con encanto cruje. Cruje el suelo, crujen las escaleras al subir, crujen las puertas del descansillo de la entrada. Una pizza crujiente o un hojaldre crujiente son cosas deseables pero no tengo del todo claro que en una casa el adjetivo crujiente tenga connotaciones positivas. Aparte de crujir la casa no está mal. Tengo tres compañeros de piso estupendos (Fátima, Raquel y Maxime) y una ventana grandísima que me van a cambiar pronto con vistas a un jardín.
 La rubia estupenda de la inmobiliaria nos dijo que si teníamos problemas contactásemos con la inmobiliaria y que no teníamos que contactar con el casero para nada. Pero la realidad es un poco diferente y el casero es un señor que nació a la vez que construyeron el edificio digo yo, o sea, hace unos 200 años por lo menos. Por lo tanto, y a pesar de su soberana ancianidad y lo despacito que anda, se pasea por aquí con bastante (demasiada) frecuencia para informarnos de cosas variadas. Viene siempre con un jersey de lana que debe de tener también su edad (la del casero y la del edificio), y siempre tiene pomada en la oreja con lo cual la imagen que da no es exactamente la de abuelito apacible sino la de señor extraño que sube nuestras múltiples y crujientes escaleras despacito y agarrado a la barandilla. Mais enfin..
Pero a pesar de todas estas cosas, estoy muy contenta chez moi. Algunas cosas geniales de vivir aquí es que estoy al lado de todo: al lado de la facultad, al lado del centro, al lado de la estación… Y una vez asentada en mi habitación ya ha dejado de ser un  edificio viejo y desolado y un lugar más habitable y que puedo llamar “mi casa” por unos meses. Otra de las cosas buenas son mis compañeros. Con mis dos compis españolas me entiendo muy bien y son fantásticas, y con Maxime, es decir, mi compañero francés, también.
Maxime es un niño con mentalidad de 15 años (aunque en su Carte d’identité pone 18) que vive independizado y trabaja como el dice en el “MacDó”, o sea, en el McDonald’s (llevando una gorrita y todo). Además, él dice que estudia por correspondencia pero no termino de tener claro en qué consisten esos estudios porque lo único que hace es unos test matemáticos que tienen pinta de aburridísimos. Lo que sé (positivamente) de Maxime es que canta y silba a todas horas, y a veces con música por encima. No sé cuánto francés aprenderé aquí (de momento, voy progresando, creo ), pero lo que es seguro es que me voy a aprender la canción de Hakuna Matata en francés par coeur. Como Maxime ha salido de casa  de mamá pero no ha salido de la infancia todavía, me parece, escucha Hakuna Matata todo el tiempo, (saaans aucun soucii, philosophieeeeeeeeeee), eso y otras músicas de adolescentes yankees (también se peina como si tuviera la melena de Mufasa a todas horas y tiene unas poses estudiadísimas). Pero es muy gracioso, Maxime, a pesar de todo, y nos cuenta su vida y su relación con su no-novia Alice y sus reflexiones profundas de andar por casa (Ej. "Si no me entendéis, es porque no vocalizo, si no vocalizo, es porque soy tímido, aunque no lo parezca, y quizás inseguro"… o…"si me pongo esta camiseta verde para salir, llamo demasiado la atención de las chicas  y van a pensar que soy demasiado creído"… y todo en este plan).
Y esto es todo por hoy, seguiré contando mi vida francesa en breves a  quien le interese y no tenga nada mejor que hacer que leer mis aventuras y desventuras. Próximas informaciones: la Universidad, la orquesta de la que ahora formo parte, la ciudad en la que vivo… y espero que lo escriba desde mi casa, ya que la peor de las cosas en este momento es que no tenemos internet a pesar de tener un estupendo módem que no quiere conectarnos con el mundo.
Bisoux =)

Bienvenues

Dice una sabia filósofa que buscando en el baúl de los recuerdos, (u-uh) cualquier tiempo pasado nos parece mejor. Probablemente dentro de unos meses cuando esté en Valladolid pensaré en mi Erasmus y lo veré todo de color de rosa (la vie en rose, que dicen por aquí) y con lágrimas en los ojos. Así que para no tenga que pasar el tiempo y tenga todos los recuerdos azucarados, prefiero ir contando al día (o más o menos) las cosas, las buenas y las no tan buenas (que de todas formas espero que sean pocas), para tener frescas las vivencias que luego serán los recuerdos del baúl famoso. Todo este discurso  de baratillo está muy bien, pero además también me sirve para informar a todos aquellos que están en España ansiosos por saber de mí (¡Hola mamá!), y que no pueden conciliar el sueño sin saber cosas transcendentes de mi vida actual como mi día a día en la Universidad (la Fac, que dicen aquí) o lo que como cada día. 
Pues eso, aquí me tenéis, internáuticamente escribiendo desde un McDonalds y viendo llover, llover y llover (primera cosa a la que me tengo que acostumbras (más)). 
Besos desde el exilio (snif snif).